8/5/13

VERDOR y FRESCOR


 Ahora es el momento, ahora, cuando el paisaje aún esta verde y fresco y los torrentes arrastran con fuerza las piedras por los arroyos. Más tarde, en el verano, cuando la masificación haga imposible su disfrute, todo se vuelva caluroso, seco, populoso, ya será demasiado tarde, ya no nos dejarán ni siquiera acercarnos.
    Me estoy refiriendo, claro está, a los Picos de Europa y, más concrétamente estoy pensando en el macizo de los Urrieles, en el sector central. El acceso más habitual, si si va en automóvil y por Asturies, es entrarle de frente, de norte a sur, aprovechar la fisura que se abre camino por la estrechez serpenteante del desfiladero que une Arenas y Poncebos, que acompañados en todo momento por el  río Cares nos llevará a las puertas de lo que para el turista accidental es el descubrimiento, sin remisión, frente a uno, por sorpresa, de una nueva perspectiva de la naturaleza. Es un no parar de forzar el cuello para mirar hacia más alto. Cualquiera de las cimas que puedes ver te parecerán inaccesibles, pero estas, pequeñas cimas, ocultan el bosque, no te dejan ver las torres que se esconden de las miradas, en el interior y en lo alto, como fortalezas que observan, detenidas en el tiempo, el ir y venir de las estaciones, y de las gentes que se esfuerzan por descubrirlas para sus vidas.
 
Existen muchos caminos, muchos con trampa, que no van a ninguna parte, pero incluso estos no dejan de ser bellos en si mismos, aunque lo distinto, con lo que yo disfruto, lo que me deslumbra a la par que infunde carácter, es el descubrimiento de la fuerza de eso que acordamos en llamar naturaleza. Descubrirte libre en un medio en el que tú eres el eslabón más débil, en la que ella es capaz de vencerte con simplemente no hacer nada. Es una naturaleza que juega a obligarte a conocerte y donde no entra en juego, no es posible, el auto-engaño, el forzar las cosas que están por encima de tus posibilidades sin haber meditado las consecuencias de los actos, sin tener un plan B. Es el reino de la soledad y de la solidaridad, es un ambiente que te deja experimentar con tus límites, a la vez que puedes disfrutar con la sencillez.
   Acercarte en el coche, pasear al lado del río mientras el Sol de la primavera te calienta el cuerpo. Respirar por la vista paisajes limpios, casi puros y terminar en la terraza de un pequeño bar tomando una cerveza mientras fotografías los juegos de luces y sombras en los pliegues de las rocas, que como las arrugas de la piel definen el carácter de a las montañas; aunque lo normal es que las nubes o la niebla, o ambas, no te dejen ver más que a unos pocos metros de donde aparcaste. Pero hay que intentarlo, ese es el juego, nadie nos asegura nada, pero nadie nos impide disfrutar del intento, sin esperar recompensa alguna, sólo por el placer de disfrutar con lo que hacemos.
   Acercarnos, atravesar uno de los múltiples túneles de acceso, y a la salida, al igual que Alicia al aparecer al otro lado del espejo, descubrir que aunque todo parece igual, todo puede ser distinto cada día.
  

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