27/3/13

MI FLACA Y YO



   Siempre están ahí, siempre, aunque no los veas, acechándote detrás de cada sombra. Te esperan, sin importarles el tiempo, con la única intención de cogerte, o simplemente, de recrearse con tu angustia.  Buscarte en los momentos de debilidad, crearlos si los hubiese, este es su juego. Pero tú lo sabes y también sabes jugar al juego del gato y el ratón. La carrera siempre será rápida, más de lo que tú quisieses, y esto la hace peligrosa, aunque sólo para ti. Pero la decisión última es solo tuya, y es el reflejo de tu camino: Que te dejen hacer en paz.

   Aterido por el frío de la calle sales y miras a ambos lados de la carretea. Nos ves a nadie y aceleras el ritmo. Dejas una estela del humo blanco escapándose por la boca. Confías en la espesura de la noche como la única estrategia posible, en la fuerza de tus piernas como motor de salvación. Desconfías de la luz, si bien te  ilumina el camino, también es cierto que puede delatarte con demasiada antelación. Los dos, ellos y tú, os conocéis al detalle, sabéis los gustos y predilecciones que escogeréis en cada momento. Las correcciones de la estrategia se transmutan tras cada esquina o cambio de rasante y se ajustan a cada momento intuitivamente. Como en el juego del Go conviene no perder la iniciativa, no dejarse hipnotizar por los movimientos del otro y caer en sus telas de araña. Ante la duda la respuesta siempre es  la huida hacia adelante. Pero te puedo asegurar que no hay nada escrito de antemano, nadie sabe hacia que lado de la balanza se inclinará la partida hasta el final.  
 
 Vas tomando decisiones improvisadas por las condiciones siempre cambiantes, la de no llevar "protecciones" puede ser la más arriesgada, y ellos también conocen tu gusto por la simpleza, que prefieres no llevarlas para ir lo más ligero posible, y tú ya sabes que ellos lo saben y que ellos son los que deciden las cosas. Pero lo harás de todos modos, y ellos estarán atentos a que te relajes y te dejes sorprender, a que bajes la guardia, saben que con una sola vez que lo consigan ganarán.
   Te obligan a ser rápido, a ir más rápido de lo que tu prudencia te dicta, y a ser más listo que ellos. El regreso siempre es lo más duro, siempre cuesta arriba, todo el camino, pero con lluvia, hambre o sueño tienes que ser más fuerte que ellos. Alejarte de las esquinas oscuras donde pueden estar agazapados; de los sitios luminosos y apacibles donde con cantos de sirena pueden estar reclamándote tu libertad. También tienes que evitar las zonas concurridas, pues también allí, con la arrogancia y el descaro del que se sabe más fuerte pueden estar esperándote con sus prepotentes sonrisas. Así, descubres la belleza de los espacios abiertos y solitarios, donde te puedes relajar y durante unos escasos momentos bajar el ritmo y disfrutar de una pequeña isla de armonía dentro del caos que te satura.
   Aveces, te esperan demasiado cerca de tu casa. Ya cansado y relajado al creerte salvado, o con la sensación de falsa seguridad que se produce al tener la visión, ya cercana, casi palpable, del hogar; al llegar ya extenuado y febril, la meta se convierte en una ratonera infranqueable.
 
   Pero puedes estar seguro de lo que te digo, cuando afirmo que ellos nunca se cansan, siempre están ahí, acechando por turnos detrás de cada sombra. Sabes que no tienen prisa.

No hay comentarios: