30/1/13

MOTIVACIONES



   Te detienes y abres las puertas del coche, el calor se escapa con saña. Miras a los niños tirarse con los trineos por las laderas, mientras el aire frío te penetra en la piel expuesta a la intemperie, mientras observas la vista de las montañas nevadas. No hay prisa, pues el día es claro y luminoso, y el Sol, en todo lo alto, no tiene ninguna intención de dejarse vencer por nadie.

 
Arrastras el trineo cuesta arriba, siguiendo las huellas horadadas en la nieve minutos antes por otros padres. Paras y miras hacia abajo, calculas que el desnivel ya es bastante digno y decides el mejor punto de descanso desde donde tu hijo se pueda preparar, cómodamente, para el vertiginoso descenso. Impartes las últimas instrucciones y, observas orgulloso. Desciendes tras ellos -del hijo y del trineo-, y repites varias veces la misma y rutinaria escena.
   Pero hay algo que no te deja disfrutar plenamente del momento y sabes de sobra que es. Y por fin llega tu momento, por sorpresa, y te encuentras, subiendo cada vez más alto, dejando atrás la plataforma de lanzamiento, el alboroto de los niños jugando que se queda en el valle, y ya solo escuchas a tus emociones. La disculpa es ver que hay detrás de la montaña, aunque esto también lo conoces de memoria, otras... y más altas. Y la verdad es que, sólo quieres comprobar como ha cambiado el paisaje con la nieve y la luz de hoy. Observar como regresa la naturaleza a su origen más salvaje, más natural, mientras tú te introduces en ese cuadro a través de la catarsis del esfuerzo.
   Estás subiendo solo. Escuchas una y otra vez el repetitivo ruido de la nieve al pisarla y comprimirla, una y otra vez, una y otra vez. Estas abriendo huella y te hundes hasta más arriba de las rodillas. La nieve está blanda y pasa factura. Te paras, jadeando, con la disculpa del calor del Sol, que reflejado por la nieve se vuelve insoportable. Te apetece quedarte en camiseta, pero sabes que en las zonas de sombra el frío no perdona, así que simplemente de aligeras un poco metiendo parte de la ropa técnica, que llevabas puesta, en la mochila.
   Te acercas a la cima. En la cresta se ven huellas de pisadas de animales, salvajes seguramente, huellas limpias que trazan en el paisaje una línea lógica, por la arista y, decides seguir tras ellas.
 
La experiencia te aconseja que no merece la pena enfocar la satisfacción del momento en la esperanza de la consecución de una posible fotografía, que hay que disfrutar simplemente de la vivencia íntima, de la toma de conciencia de nuestros límites, de la lección que representa el esfuerzo y la superación, y, dejar la satisfacción de una buena imagen como un premio extra no buscado, aunque agradecido.
   Porque algunas veces aparece ante ti una postal que necesitas fotografiar, como si necesitaras hacer perdurar la existencia de esa belleza cargada de emoción concentrada, de ese algo inesperado capaz de resumir unas sensaciones capaces por si solas de darle sentido, y quieres compartirlo; otras veces, no ocurre nada.

2 comentarios:

samu dijo...

Muy bueno Tista, la foto y el texto :)

Tista dijo...

¡Menuda sorpresa! Por fin puedo ver tus fotos en "500px", ahora solo te falta hacerte blogero (bueno, tienes perfil de blogger así que algo tendrás por ahí), sólo haría falta abrirlo, que seguro que tienes muchas historias para compartir.
Por cierto, con qué cámara andas ahora.