2/8/13

CALENTURA



   Existe una fórmula, por todos bien conocida, que relaciona al espacio con el tiempo, que utiliza a modo de catalizador a la velocidad: [v=e/t]. Y es que me he dado cuenta gracias a que este último invierno se volvió excesívamente largo y frío, lo cual me produjo una especie de disfunción cerebral durante la huida, desesperada, que se materializó, de forma intuitiva en un nuevo paradigma del conocimiento.

   Pero comencemos por el principio, por la génesis de la idea.  
   Me asaltó ya durante el viaje, y es que, empecé a medir las distancias al destino, no como marca la norma -fuera del mundo anglosajón-, en kilómetros, sino que, empecé a hacerlo por el aumento de grados centígrados que nos faltan para llegar al destino. Ya no había que recorrer novecientos cincuenta kilómetros para llegar, se trataba de subir de los veintidós a los treinta y cuatro grados centígrados. No nos faltan 175 km para llegar, nos faltan 5ºC.
 
 Esto podría quedar en algo anecdótico, para comentar con una cerveza en la mano, máximo cuando escapámos de una región famosa por su clima predominante... malo, si hubiese quedado ahí la cosa. Pero es que nada más llegar al destino, fue el tiempo el que se transmutó de su habitual forma de medirse. Ya no eran las semanas o los días, o las horas, la referencia que tenía para medir el paso del tiempo. Me bastó verme el tono de bronceado de la piel para poder calcularlo. Usé una paleta cromática propia para medir dicho paso del tiempo, basada en el aumento del tono del bronceado de la piel, que cubre desde un enfermizo blanco lechoso, níveo, para los recién llegados. Pasando por un rojo flameante para los que sólo llevan unos escasos días de imprudente atracón solar, un par a lo sumo. Y terminar ya en  a una casi infinita paleta de matices melaninosos, que a la vez que se van oscureciendo y protegiendo -defendiendo- a la piel de esa estrella tan cercana que llamamos Sol, van marcando, inexorable, impasible, el final de tan indolente estado de laxitud.

   El resto de la idea salió como desarrollo de la siguiente lógica.
   Si Albert Einstein especuló sobre la dimensión espacio-tiempo al imaginarse viajando a la velocidad de la luz, yo sólo necesité viajar en un automóvil a 120 km/h... bueno a 125km... ¡vale! casi a 130.
   Si intuitivamente sabemos que la velocidad en igual al espacio recorrido en una unidad de tiempo, mi intuición me llevó a transpolar los términos y concluir, sin asomo de duda, que: Rt·b=T/Me (En la que Rt·b= a la rapidez del tiempo·bronceado, T= temperatura en ºC y Me= representa la cantidad de melanina que genera el cuerpo). Deduciendo con ello que para mantener un ritmo de bronceado dado en el tiempo, si aumentamos cualquiera de los dos factores (la temperatura del Sol o la  melanina en el cuerpo) el otro factor también tendrá que aumentar; o todo lo contrario, si disminuimos uno de los factores antes expuestos, también el otro tendrá que disminuir para mantener el equilibrio del sistema de la rapidez del bronceado constante y, del ritmo de vida vacacional armonioso que se deduce.

   Pero tenemos que prestar mucha atención ahora, ya que ante una lógica tan simple, podemos dejar pasar desapercibidos los finos matices a los que desemboca y perdernos sin remisión:
   Si aumentamos la temperatura y mantenemos (o disminuimos) la cantidad de melanina, se rompe el equilibrio y el producto resultante aumenta. Podemos avanzar con ello que fácilmente nos quemaremos la piel y en tales circunstancias  nuestra sensación del paso del tiempo irá más rápido (al tener que permanecer escondidos en la sombra). Si fuese al contrario, si disminuyese la temperatura y se mantuviese la cantidad de melanina del cuerpo, sería señal de que estaría terminándose el buen tiempo, el periodo vacacional y, al tener que mantenernos abrigados y a cubierto, la constante del bronceado disminuiría drásticamente, provocándonos una sensación del paso del tiempo soporíferamente lento.

   Y a modo de conclusión, y como adelanto de un próximo trabajo que ya estoy a punto resolver, en breve, estoy en posición de confirmar que los dos caminos, el del tiempo que se acelera y el del tiempo que se comprime, nos lleva a un mismo callejón sin salida. Tanto si durante el verano vemos escapársenos el tiempo de entre los dedos de las manos, como si comprendemos que tenemos ante nosotros el final del periodo estival, nos conducen a la toma de conciencia de una única realidad cósmica ineludible (El trabajo) y que debería implicar el colapso sobre si mismo del universo conocido y de los multiversos por conocer. La hecatombe, el armagedón final...


...Pero por hoy me parece que lo voy a dejar, que aquí en la playa me está dando muy fuerte el Sol en la cabeza, no tengo gorra, y estoy notando un poco de mareo...  mental....

No hay comentarios: